About

.

Adiós a don Fidel - El barrio homenajea al cura que impulsó el movimiento vecinal y la integración de la comunidad gitana

Es difícil que una sola persona cause tanto impacto sobre la comunidad en la que vive. Fidel Korta lo consiguió en Zorroza durante los 30 años que ejerció como cura en la parroquia de La Milagrosa. Falleció repentinamente, el pasado martes, tras años de penosa enfermedad. Los vecinos, aún conmocionados, han querido rendir un sincero homenaje no sólo a su labor pastoral, sino también a su trabajo incansable por el desarrollo del barrio. Lo han hecho a través de la publicación de un libro conmemorativo.

La iglesia donde don Fidel -como todos le llamaban- celebró su primera misa fue también la que acogió su funeral el pasado miércoles. Muchos zorrozanos quisieron despedirse de él en una ceremonia que ofició el recién estrenado obispo de Bilbao. Mario Iceta destacó su labor «callada y constante por los más desfavorecidos» y lamentó, profundamente, su pérdida: «Se nos va un cura muy querido», subrayó.
Korta nació en Dima hace 74 años, pero siendo todavía un niño su familia se trasladó a Bilbao, donde su padre vendía vinos en La Alhóndiga. Estudió en el seminario de Derio y fue ordenado sacerdote en Vitoria en 1960. Pronto le destinaron a Zorroza y desde el primer día se preocupó por los asuntos del barrio.

A su tenacidad se debe, entre otras cosas, la construcción del puente que conecta la zona de Zazpilanda. Las Siete Campas era entonces un poblado de chabolas totalmente aislado, donde se instalaron mineros procedentes de Gallarta. El lugar estaba muy mal comunicada y sus residentes, gente de escasos recursos, tenían que dar un gran rodeo para llegar al corazón de este distrito. El sacerdote aprovechó su influencia «ante las autoridades» para promover la edificación del puente de Zorroza. Y, aunque hubo quienes se opusieron a que los indigentes tuvieran facilidades para acceder a este lugar, don Fidel tuvo claro que siempre debía estar «al lado de los desfavorecidos».
La integración de la comunidad gitana de Zorroza fue otro de sus caballos de batalla. Convencido de que la educación era el camino para su inserción social, Korta organizó durante 20 años clases particulares para niños gitanos.
Comprometido con las libertades, abrió las puertas de la casa parroquial a todas las asociaciones y colectivos que surgieron en los años setenta en uno de los enclaves más populosos de la capital vizcaína. La juventud de entonces, que hoy ronda la cincuentena, le está muy agradecida por sus esfuerzos para fomentar el deporte en una época en que la droga se expandió como una plaga por otras arterias de la ciudad.
Dinámico e inquieto, en los últimos años se dedicó a la organización de viajes con las personas mayores. Ni siquiera la enfermedad que le detectaron hace cuatro años le restó ánimos. Luchó con la misma perseverancia que le permitieron granjearse el cariño y admiración de muchos de sus vecinos.

Fuente: Elcorreo.com

0 comentarios: